viernes, 2 de enero de 2009

Wouldn´t it be good to be in your shoes, even if it was for just one day.

El jardín del vecino siempre parece más verde que el nuestro y nadie es profeta en su tierra, estas son dos grandes verdades. Todos hemos tenido o tenemos la impresión de que viviríamos mejor en otro sitio. O recordamos con nostalgia aquél lugar donde, en aquél momento, fuimos completamente felices.

Mi trabajo no tiene nada de especial, pero sí que me aporta algo que me ha hecho crecer mucho y tener otra perspectiva. Conozco personas de todo el mundo y mantengo correspondencia diraria con casi todos ellos. Desde Francia, hasta Australia, pasando por Djibouti. Anualmente nos reunimos en una conferencia internacional en la que, aparte de perder todas las energías acumuladas durante el año, me reuno con todos los que puedo y estrechamos lazos profesionales. Se habla de trabajo, pero, sobre todo, se hace charla sobre la vida. Te das cuenta de que, a pesar de las muchas diferencias culturales, todos en el fondo buscamos lo mismo. Que nos quieran. Y pensamos que en otro sitio nos sentiríamos más comprendidos y que las leyes de otros países son más justas, los negocios más prósperos y la vida social más activa. Es curioso ver como personas de esos países de ensueño, esos para los que todos tendríamos la maleta preparada para irnos, nos cuentan lo mucho que pagan de impuestos y lo monótona que es su vida, pensando que esto solo les pasa a ellos.

También he viajado lo suficiente para ver cómo se vive en otros sitios, como es la gente, como son sus casas, sus tiendas, sus calles y su vida. Y me doy cuenta de que, en esencia, todo se parece mucho.

España es el destino soñado de muchos, pero los que somos de aquí conocemos bien sus carencias. Quizá es que estoy madurando, pero ahora más que nunca creo que sufrimos la gran resaca de tantos años de dictadura y aislamiento. Toda la transición que hemos vivido hasta ahora ha sido solo un ensayo para que viéramos con nuestros propios ojos hasta que (poco) punto se puede vivir de la pandereta, el flamenco, los toros y todos los opios del pueblo que se fumaron durante tantos años. Los pulmones de un fumador siempre serán negros aunque deje de fumar y, como dicen los ingleses, bad habits die hard. Necesitaremos más tiempo de democracia para darnos cuenta de que no puede ser presidente cualquiera y que, si bien El Lazarillo de Tormes es una joya literaria, con la picaresca no se mantiene un país. Necesitaremos más generaciones con acceso a la cultura y que sepan valorarla. Pero esto lo sabemos los que lo vemos desde dentro. Los que lo ven desde fuera piensan que aquí hace buen tiempo, hay muchos bares y las tiendas cierran muy tarde. Un paraíso.

Y es que se puede ser feliz en cualquier parte, porque la capacidad de vivir feliz la llevas contigo, no está en ningún sitio concreto. Si vas buscando llenar huecos a base de arrastrar maletas, puede que aciertes, pero también puede que te equivoques y que tus vacíos sigan ahí.

Nadie es más feliz que el que vive a gusto en su propia piel.