viernes, 29 de octubre de 2010

Jambo Kenya




Sigo viajando y sigo leyendo, a ver si me entero de algo.
Volví de Kenya y vaya si he aprendido.

Aconsejo el viaje a todo el que esté dispuesto a leer entre lineas. Viajar para leer entre líneas es algo que requiere concentración, por lo que agradecí ir sola, así no me distraje.

Kenya te va a defraudar si esperas un "live show" de un capítulo de National Geographic. Eso sí, es fotogénico total, por lo que si el plan es impresionar a los amigos a la vuelta, lo vas a conseguir. Pero una vez allí, te das cuenta de que el paisaje no es muy diferente a muchos que has visto antes, un monte que se convierte en llanura. La llanura o "sabana" es una exensión plana de hierba seca y zonas de pequeños arbustos y acacias paraguas. La idea de hacer recuento de los animales que has visto no es buena, ya que pueden ser muchos o muy pocos, depende de tu suerte y de la época del año. Los "grandes" son una auténtica belleza, me impresionaron las jirafas por inesperadas. Giramos en un camino de Masai Mara y allí estaban en pandilla, andando con paso de ciencia ficción, surreales, coquetas, casi flotantes... seguimos nuestro camino y, en el horizonte, muy al fondo de la inmensa llanura, el cielo se oscureció y empezó a oler a lluvia. Salió el arco iris junto con el atardecer. La tormenta se acercó y nos tuvimos que ir.

Lo que parecía ser un aguacero del momento se convirtió en una tormenta torrencial que duró hasta la madrugada siguiente. Acostada en mi tienda dormí mal, pero no me importó, porque disfruté al descubrir de dónde se habían sacado los sonidos de mi cd "Sounds of calm" que me pongo para relajarme. El track "rain" es exactamente eso, el agua cayendo, los pájaros parloteando de una rama a otra, un trueno cercano que se repite más lejos. Y más agua. Y otros pájaros. Las vacas Masai pasan, mugen, algunas llevan un cencerro que suena. El perro pastor ladra. Un Masai se ríe. Increíble, eh?. Como ponen en las torres de los monumentos, I was here.
Por mucho que ahora me vuelven a llevar los demonios de mi vida, intento recordar que, en ese momento, pensé que hay instantes, por cortos que sean, que hacen que valga la pena vivir. En un poblado Masai, un hombre de la tribu me dio la mano. El resto del día la mano me olía a leche de vaca. Me dió pena lavarme las manos.

domingo, 1 de agosto de 2010

Viajar y leer

Un amigo me dijo una vez este refrán, que me parece muy cierto: para aprender, viajar y leer.

Ya estoy terminando "El lamento del perezoso" y tengo que reconocer que me está costanto y que me va a tocar releer, porque como lo estoy leyendo en el tren y es género epistolar, de una lectura a otra pierdo el hilo y no me estoy enterando bien... pero ya he aprendido algo muy interesante. El "sloth" es un animal. Es lo que en castellano se conoce como "oso perezoso" o simplemente "perezoso", oriundo de América Central. Aunque también "sloth" se refiere al pecado capital de la pereza.

Este animal vive en los árboles y solo puede vivir en ellos, no se sabe manejar en el suelo. Solo baja al suelo una vez a la semana para hacer sus necesidades, para lo que hace un agujero en la tierra en la base del tronco del árbol en el que vive. Una vez terminada la faena, tapa el agujero. Esto lo hace instintivamente y no se sabe exactamente por qué, pero el resultado es que es un "eco-animal", ya que las hojas del árbol de las que se alimenta, las devuelve al suelo en forma de abono para el mismo árbol. Es decir, paga lo que come, mantiene limpio su entorno y regenera lo que ha gastado.

Me voy a Kenia de vacaciones este año y no sé muy bien qué me voy a encontar, pero yo voy muy happy de ir a ver un montón de animales en su habitat natural y a lo mejor me voy a dar algún susto que otro. Digo esto porque, en un documental de vida salvaje centrado en los carnívoros africanos que era bastante realista, he visto cómo un grupo de hienas se comían vivos a los animales que quedaban rezagados y eran presa fácil por viejos o por enfermos. El espectáculo era realmente espantoso y me pregunto si me va a tocar avistar algo parecido. Espero que no, pero a la vez espero que sí, porque solo viendo las cosas como son se aprende a aceptarlas.

Aunque a estas alturas ya sé que la vida es dura y que no es lo que nos contaron de pequeños, tal vez necesite ver con mis propios ojos lo que realmente somos. Porque los animales humanos somos también parte de esta cadena. Y también somos crueles con los débiles y los viejos. No nos los comemos a bocados vivos porque no nos hace falta, los supermercados están llenos de comida. Pero si no fuera el caso, lo haríamos.

Las hienas en realidad hacen su parte de la cadena y, bien pensado, aceleran la muerte de un animal que tiene sus días contados. Si bien su muerte es espantosa, lo que está por ocurrir ocurre antes. Y las hienas comen.

Me pregunto si los humanos hacemos mal alargando innecesariamente la vida de los que están sentenciados y sufriendo, cuando tenemos en nuestra mano acortar el trance y, además, ahorrar sufrimiento. Los animales, que no concen de nuestra moral sino que tienen la suya propia, tienen muy claro lo que hay que hacer. La cuestión es difícil y luchamos con una doble moral; por un lado tenemos que cuidar y hacernos cargo del débil, pero por otro somos plenamente conscientes de que el engranaje social les rechaza cada día. Somos animales y como tales nacemos y morimos. Pero el montaje social que hemos hecho va por otro lado, obviando lo evidente y obligándonos a vivir en una doble moral.

Tengo que seguir leyendo y viajando para intentar entender todas estas cuestiones, aunque me temo que moriré y me seguirá resultando incomprensible.

lunes, 19 de abril de 2010

El lamento del ratón perezoso.

Hace mucho que no escribo. Lo sé. Lo que no sé es si es realmente por falta de tiempo o porque creo que mi blog no es muy exitoso. Teniendo en cuenta que lo segundo me trae al fresco porque no escribo para nadie sino para mí y si alguien me lee suerte que he tenido, me temo que la razón es que últimamente no tengo momento de centrarme. Pero ahora lo voy a intentar para, desde la más sincera modestia, recomendar un libro.

Se trata de la novela Firmin, de Sam Savage. Desde las primeras líneas ya supe que me iba a gustar, aunque esto me pasa casi siempre. Soy incapaz de leer un libro que no me guste desde el principio. Este lo leí en un día de Semana Santa; es breve, pero tan bonito que no necesita extenderse más. El protagonista es una rata (o "rato", ya que es un macho) que vive en una librería y se alimenta del papel de los libros, por lo que aprende a leer. A lo largo del libro se humaniza, hasta que no sabes si es animal o es persona y te sorprende cuando puedes identificar sus sentimientos con los tuyos. Me hizo llorar el momento en que le ponen veneno matarratas. No destripo el asunto por si lo vais a leer, pero es una metáfora del cariño que mata, o al menos que hace daño, para no ponerme demasiado dramática. A Firmin le ocurre lo que pasa a menudo, cuando tienes sentimientos tan sinceros hacia alguien que te parece imposible no ser correspondido. En este caso, la pobre rata cree que el que supone su mejor amigo, en su desconocimiento de la reacción de los humanos hacia estos bichos, le está invitando a merendar, cuando la supuesta merienda es un veneno. No cuento más, pero es para que se entienda por qué se me caían las lágrimas por la inocencia del pobre animal, en la que reconozco la mía, o más bien mi torpeza, porque yo no soy una rata. Creo.

El libro es muy barato en su edición de bolsillo y vale la pena. Como plus, es la "opera prima" de Sam Savage, a la tierna edad de 67 años. Ya ha sacado un segundo libro, El lamento del perezoso, a los 70, que espero ansiosa recibir por correo, porque soy tan chula que lo he comprado en inglés, para hacer los honores como es debido.

Aunque hay dos tipos de tonto, el que presta un libro y el que lo devuelve, estoy dispuesta a prestarlo. Porque estoy convencida de que, si estás leyendo esto, no me vas a dar veneno de merienda.

viernes, 15 de enero de 2010

The Beauty and the Beast.

Creo que conozco a un par de personas que trabajan en Autocontrol. Como sabéis, es una organización que trata de combatir las malas artes publicitarias. Estoy a punto de llamar para denunciar un anuncio que es la quintaesencia del machismo elevada al cubo. Se trata de uno de Visionlab que protagoniza Pierce Brosnan, una pena, porque el señor es estupendo, pero debe andar escaso de fondos y ha accedido a hacer semejante aberración. Un tipo supuestamente feo que se pone unas gafas y se convierte en Pierce Brosnan, momento en el que todas las señoras de la óptica se ponen a suspirar. Se las quita y todas ponen cara de asco, incluso una hace ademán de vomitar. Así unas cuantas veces.

Os preguntaréis dónde está el machismo de la situación, cuando son ellas las que ridiculizan al supuesto feo. Pues ahí mismo, en la idea de "como hay asesinos, yo también mato", "como hay maltratadores, yo también maltrato". Es cierto que burlarse de la fea y ensalzar a la bella de turno es ya todo un clásico al que estamos más que acostumbrados. Véase la cantidad de series y películas que tratan del tema, hasta el día que la fea se quita el aparato, se peina, se quita las gafas, et voilà, entonces ya vale. Tan trasnochado como la mayoría de los temas de las pelis de Disney que me tragaba de peque. Y tan alejado de la realidad. Si el asunto resulta triste de por sí, por qué seguir el juego. Es una burda manera de dar por bueno lo que se intenta combatir a todo trance.

Me pregunto como se sentirá el actor que hace del feo en el anuncio. Supongo que se reirá del tema con el dinerito en el bolsillo, pero posiblemente en el fondo le duela un poquito. Sé que se trata de un chiste, pero a mí no me hace gracia.

Si yo fuese Pierce Brosnan, no se si me hubiese prestado a protagonizar tal muestra del humor zafio. Aunque sea por aquello de "no hagas a los demás lo que no te gustaría que te hicieran a tí".

Voy a ver si averiguo si mis contactos siguen en Autocontrol.