Un centro de acogida de animales es el muestrario de las víctimas la bajeza humana, del incumplimento del deber más básico de las personas que cuenten con los más mínimos valores, del ejercicio (otra vez citando a Punset) del "poder abyecto". Hay animales abandonados en las carreteras, maltratados, hambrientos; otros rescatados de las manos de individuos con el "síndrome de Noé"; galgos que encontraron ahorcados aún con vida; otros vagando por el campo, saquitos de huesos; perros utilizados para peleas, que muestran las heridas de gladiador forzado... No creo en el cielo y el infierno, pero prefieron pensar que sí que existe un infierno para los que les hicieron esto. O que aquello de que el mal que haces se vuelve contra tí sea cierto.
Mi "apadrinada" es una perrita pequeña, abandonada en la calle y que acabó viviendo en una tubería, donde parió su camada. Los cachorros desaparecieron, pero a ella la encontaron recién parida, desnutrida, con incontinencia y con una pata inutilizada.
El día que nos hicimos amigas hacía un frío tan intenso que yo temblaba, pero ella no, solo desconfiaba de mí. Poco a poco se dejó acariciar. Vivía sola en una caseta, porque aún no estaba lista para tener "room mates". Tras ese día vinieron las vacaciones de Navidad y estuve un par de semanas sin verla, pero pensé mucho en ella y temí que, a mi vuelta, me dieran la noticia de que no había celebrado el año nuevo. Pero no fue así. Al siguiente día de voluntarios, fui a verla y allí estaba, visiblemente mejorada y compartiendo caseta con dos galgos. Hoy hemos vuelto a vernos y ha sido un día estupendo de sol. Me ha salido a recibir con su rabito a toda pastilla, con su pata ya operada y en vías de reconstrucción, la incontinencia bastante más controlada. Tiene la nariz rosa, los ojos color miel y un caracter vacilón que engancha. Pronto podrá salir a jugar al terreno de recreo y espero que en un futuro no muy lejano esté lista para adopción y encuentre casa.
Ellos son los reyes de ese término de moda que se llama "resiliencia", de renacer de sus cenizas y dar la vuelta a la situación. Cuando la única salida es hacia delante, hay que apretar los dientes y acordarse del famoso "be water, my friend".
Por cada hijo de Satanás que hace daño, hay cien personas que valen la pena y lo demuestran, pero hay que ver como se las apaña el dañino para desbaratar la vida del prójimo. Ya en una entrada anterior hice referencia al texto de la Declaración Universal de los Derechos del Animal, que, de manera contundente, en uno de los puntos de su preámbulo reza: "el respeto hacia los animales por el hombre está ligado al respeto de los hombres entre sí mismos". Ainsi soit-il.