jueves, 4 de junio de 2009

The greatest thing you´ll ever learn is just to love and be loved in return.

Demasiado a menudo siento vergüenza del género humano y me pregunto si algún día será posible que no sea necesario que existan declaraciones universales de los derechos humanos, del niño o del animal. Me pregunto si alguna vez existirá una generación cuya educación haya sido la correcta y suficiente para actuar de manera digna. Es una utopía, lo sé. El mundo no es así. Pero sí es cierto que cada vez somos más los que pensamos que una sociedad que protege a los niños y a los animales es una sociedad sana. Tal vez un día sean mayoría aplastante los que piensan así y su ética sea más fuerte que los beneficios que generan ciertas industrias basadas en el abuso del que no se puede defender, como son los niños y los animales.

La declaración universal de los derechos del animal es en sí un texto bellísimo. Si todos sus puntos se observasen, significaría que la calidad del género humano, o como muchos se autodenominan, los animales-humanos, habría alcanzado su verdadera dignidad. La naturaleza ha querido que los humanos desarrollemos una inteligencia superior. Este privilegio nos obliga a poner nuestra inteligencia al servicio de los que no la tienen y dependen de nosotros. Utilizarla en nuestro beneficio y en detrimento de los demás nos convierte en basura. Y ya hay demasiada basura.

Serán muy pocos los que de nosotros lleguen a ser grandes científicos o personajes extraordinarios que cambien el rumbo de la historia. Pero está en la mano de todos que nuestro entorno sea mejor y que los que nos rodean sean más felices. Si nos paramos a pensarlo, todos tenemos la posibilidad de hacer algo grande. Tan grande como que el género humano deje de dar vergüenza.